Y de repente un día decides dejar de seguir evitando el dolor.
Dejas de buscar alternativas para que deje de doler.
Y te quedas ahí. Quieta.
Vas a permitirte el lujo de sentir.
Y dejas que salga. Que te inunde. Que se quede a vivir contigo.
Y sabes que el dolor no es para siempre.
Que se irá.
Y que cuando se vaya serás más fuerte
y haber dejado de huir habrá merecido la pena.
Porque eso significará que por fin te has encontrado.