Recuerdo aquellos años en los que me creía que el mundo era mío. Porque con quince años cualquiera se habría sentido en la cima del mundo, peleando por lo que quería y consiguiéndolo en la mayor parte de las veces.
Recuerdo aquellos años en los que teniendo poco, lograba grandes cosas. En las que faltándome ilusión y ganas algunas veces, conseguía ver el sol la mayor parte del tiempo.
Recuerdo aquellos años en los que los amigos crecían contigo a la misma vez, aprendiendo de la vida las mismas cosas y recibiendo las mismas lecciones. Porque éramos iguales en nuestros objetivos y diferentes en las formas de lograrlos.
Recuerdo aquellos años en los que habría dado todo lo que tenía, que no era mucho, para que el tiempo se hubiera detenido. Porque dolía que los días se acabaran y que no se hicieran eternos.
Recuerdo aquellos años en los que escribir era una necesidad y no un capricho. Cuando saltaba una necesidad que poco a poco ha ido diluyéndose en un mundo de prisas que ha apagado esa llama de la necesidad.
Recuerdo aquellos años en los que me creía que el mundo era mío. Y en parte lo fue.