Porque en medio de todas las obligaciones, seguimos teniendo derecho a la nostalgia, al recuerdo y a la desesperanza. Porque cuando eres feliz, la felicidad te invade en todos los momentos de tu vida, incluso en aquellos en los que piensas que no lo eres tanto. Porque la felicidad es permanente pero la alegría no. Porque siendo feliz, uno puede permitirse abandonarse a la nostalgia, al desamparo y a la sensación de necesitar algo o alguien. Porque no somos máquinas perfectas y por eso, la felicidad tampoco es perfecta. La felicidad tiene fisuras que se abren por el paso del tiempo, de las personas, por los días no tan soleados. Fisuras que siempre cierran, pero que no significa que no vuelvan a abrirse. Fisuras que nos recuerdan que estamos vivos, que el sufrimiento, el dolor y el desamparo están tan intrínsecamente unidos a nosotros como la alegría, la esperanza y la calma. Porque aunque a veces no haya derecho a estar mal por todo lo bueno que nos rodea, no podemos evitar sentir, por unos instantes, que el mundo puede venirse abajo. Pero no es miedo lo que se siente, sino la esperanza de saber que uno no puede hundirse más y que no queda más remedio que empezar a subir. A recuperarse. Porque uno es feliz durante su vida, pero el hecho de vivir deja secuelas.
La vida tiritando en una estrella,
luciérnagas que tiemblan en tu pecho,
los restos de un naufragio,
andamio que restaura los recuerdos,
el cielo en el que sueñan los cautivos.
Ellas | Nach e Ismael Serrano
Read Full Post »