Siempre ha sido especial este mes por muchos motivos. Que mi cumpleaños esté justamente en la mitad supongo que también ha influido. Es un mes en el que sé, que si algo bueno tiene que llegar, llegará en estos treinta días.
Y pocas veces me equivoco. No iba a ser esta una excepción.
Puedes imaginar muchas cosas, verte en situaciones insospechadas, imaginándote haciendo cosas que nunca harás. Sin embargo, por mucho que quieras predecir todo lo que puede pasarte, siempre habrá posibilidad de dejar a la vida que te sorprenda. Siempre quedarán posibilidades de dejarse llevar, de dejar de mirar atrás y de pensar en el futuro que se abre ante ti con todo sus esplendor.
Y llega la sorpresa. LLegan los temblores, se te pone el estómago del revés y cambian las perspectivas y las prioridades. Y ya no puedes hacer nada. Puedes intentar frenar, parar en seco. Puedes decirle a la vida que no quieres la sorpresa que te ha preparado, pero para entonces es demasiado tarde: estás dentro. Tan dentro que es imposible dejarlo pasar.
¿Qué te queda? Vivirlo. Disfrutar la oportunidad que tienes ante ti. Sin miedo. Sin dudas.
Te dejas caer cuesta abajo y sin frenos. Viviendo. Arriesgando cada minuto. Arañando segundos por su sonrisa.
Treinta días para sorprenderme, para alterar mi vida por completo. Treinta días, de los cuales, veintidós han sido diferentes, extraños, sorprendentes pero sobretodo, increíbles.
Sabía que Abril, a los treinta días, se iría como todos los años. Lo que no imaginaba era que me fuese a traer este regalo de cumpleaños.
Abril se va. Que se vaya. Yo me quedo contigo.
Que gane el quiero la guerra del puedo,
que los que esperan no cuenten las horas.
Que ser valiente no salga tan caro,
que ser cobarde no valga la pena.
Noches de Boda | Joaquín Sabina.